jueves, 4 de julio de 2013

Conozca nuestra cumbia!


Desde que regresé al país del sagrado corazón y habiendo conocido a fondo algunas otras naciones de éste subcontinente aciago y doliente, he tenido la oportunidad de, poco a poco, por gracia del contraste y de un análisis profundo, perspicaz y libre de condicionamientos políticos y sociales, darme cuenta de tantos fenómenos tan peculiares, que por fuerza de la cotidianidad se han tornado invisibles al ojo de quienes día tras día sobreviven en éste agujero del mundo sin la más mínima voluntad de evolucionar de sus costumbres conformistas, violentas y supersticiosas.

Basta con viajar algunos kilómetros fuera de los límites de macondo, para darse cuenta de que, si bien todo el carácter latinoamericano es un pastiche de influencias, mayormente metidas con tirabuzón, el carácter del colombiano promedio es el mas despreciable y asqueroso de todos, justamente por estar en el medio de toda la gran sopa de mierda que es éste subcontinente; porque el colombiano es tan o peor de ridículo, folclórico y ladino como el caribeño, pero al estar anclados aun en tierra firme, andes y selva, cree tener cierta superioridad y mejor arraigo que sus colegas mas al norte y oriente.

Pero vayamos muchos siglos atrás e indaguemos la verdadera genealogía de éste patrón de comportamiento tan deplorable que nos ha costado casi 200 años de atraso: Lo que hoy conocemos como latinoamerica estaba poblada hace un milenio por cientos de tribus y asentamientos indígenas de los cuales sólo un puñado tenían algún tipo de desarrollo social y cultural relevante, el resto eran grupos cuasinómadas que aún vivían en el paleolítico sin el más mínimo atisbo de estructura cultural, por ende ningún tipo de desarrollo de pensamiento mas allá del instinto básico de conservación, caza y recolección. Los antropólogos posmodernos, y sobretodo los latinoamericanos, han pretendido divinizar a todas éstas tribus como si realmente hubieran hecho un aporte cultural importante y perenne en nuestra idiosincrasia cuando tal cosa es prácticamente inexistente, no sólo porque su "cultura" era mínima, sino porque en pleno desarrollo se vieron truncados por la invasión europea, que éstos mismos antropólogos suelen demonizar como si fuera algo "malo" cuando no fue mas que una simple circunstancia como lo fueron las invasiones bárbaras en Europa o la conquista de Alejandro a oriente; son simples fenómenos de la historia, y bajo la espada del más fuerte han caído mil civilizaciones y no veo a nuestros eruditos socialistas condenando tan fervientemente a Atila el huno o a Federico Barbarroja, como si condenan a Cortés o al adelantado don Francisco Pizarro.

A la luz de un hecho tan firme y registrado como la conquista y colonia europea, es apenas lógico admitir que toda nuestra identidad en realidad proviene es de Europa, y digo Europa por señalar un punto geográfico no por darle ínfulas a latinoamérica de sucursal de Roma, porque si bien nuestras raíces, nuestras verdaderas raíces están ancladas en España, Portugal e Italia, no somos más que un bastardo, un hijo feo y bobo que se emancipó por capricho y odio, y se dejó vender la idea romántica y revolucionaria de la independencia sin darse cuenta de que al espantar a la corona europea, estaba cavando su propia tumba. Venimos de casi medio siglo en el que nos quieren convencer a todos de que existe un paraíso precolombino el cual debemos añorar y del cual tenemos una herencia complejísima como si se tratase de la Edda Poética o el Olimpo. Falso; con suerte en México o Perú se pueden ufanar de tener algo de herencia cultural precolombina, y aún así es fútil, porque sus linajes culturales perecieron hace siglos; el resto de latinoamérica no tiene sino una evidencia irrisoria de tribus que al cuatrocento aun vivían en el neolítico. Y he aquí la raíz del comportamiento genérico colombiano; la única historia factible y contable que tenemos, se compone de una serie de hechos torpes y desordenados, perpetrados por una estirpe de gente mezcla de cavernicolas con lo peor de la escoria europea. No voy a adentrar más en la historia porque asumo que el lector inteligente la conoce de sobra, mi intención era ubicar el punto de inflexión en el que surgió éste carácter, que a pesar del tiempo y el desarrollo obligado, permanece intacto en su esencia: Colombia se compone de bárbaros que aspiran y pretenden verse como gente evolucionada. Monos vestidos de seda.

Éste carácter tan arraigado he descubierto que además tiene un ingrediente secreto, que una vez se conoce, comienza a hacerse evidente en absolutamente todos los factores que componen la Colombia contemporánea, y permea absolutamente todo, desde la gastronomía y la arquitectura hasta la política y la educación, y después de rebuscar en la RAE una palabra que definiera más precisamente tal fenómeno, finalmente encontré una bastante sonora y apropiada: El colombiano es un ser mezquino. Y es que, haciendo un análisis psicosocial apenas superficial, empiezan a aflorar todo tipo de detalles que confirman con peso titánico tal afirmación; el colombiano promedio es un ser cuyo motor de vida es acumular para aparentar, de ahí el apogeo interminable de la burguesía narcotraficante y todos sus apéndices que en pro de mantener ese status quo han devastado culturalmente al país, y cuyo fenómeno, lamentablemente ha contagiado a medio continente. Pero éste apogeo no es espontáneo, deviene de toda una historia que acostumbró a la gente a buscar el provecho propio a cualquier costo, de glorificar a todo quien encuentra una manera ilegítima, violenta y rápida de hacer dinero, y de que, paralelamente, se le ha pretendido enseñar a la gente a no combatir ese comportamiento. Es decir, la mezquindad del colombiano es tan profunda, que él mismo se impide confrontar su propia enfermedad.

Y así como esa mezquindad progresa en ámbitos serios e importantes como el mencionado, también se refleja en cosas aparentemente más triviales y que consideramos parte de nuestra "riqueza cultural" como la gastronomía; si se pone uno a analizar objetivamente la comida criolla, se compone de mil suplentes baratos (papas, plátanos, arroces, yucas y demás harinas) para armar una bandeja grándisima en la cual, el alimento importante (en el caso popular, la carne), se ve reducida a una porción ínfima y de mala calidad. Una bandeja paisa, que a priori se puede ver como una cosa suculenta y abundante, en realidad es un engaño típico antioqueño, un plato lleno de frijoles, arroz y plátano sobre el que se ahoga una miserable porción de carne, descaradamente llamada en polvo, confirmando que la intención es economizar lo más posible en lo importante y derrochar en lo barato, otra vez, la mezquindad al frente. No es gratuito que, mientras uno padece atravesar la ciudad de bogotá, en el tal efectivísimo transmilenio, el paisaje urbano se componga en su mayoría de edificios que no superan los 5 pisos de alto; ¿Por qué diablos todos los edificios son de ladrillo y de menos de 5 pisos? Porque hacer una fachada decente requiere mas recursos y mas ingenio, y porque según las leyes de construcción urbanas, todo edificio que supere cierta altura tiene que contar con ascensor, entonces, para ahorrarse el puto ascensor, hacemos todo de 5 pisos y que se jodan todos subiendo escaleras. Y ya que nombro los sistemas de transporte urbano e interurbano, una megapolis como Bogotá, con 10 o 12 o no se ya cuantos millones de habitantes, depende exclusivamente de un sistema de transporte masivo (no hay un tren de cercanías, no hay un metro), y de una mafia incontrolable de colectiveros y buseteros que, de nuevo, haciendo ejercicio de su espíritu mezquino, mantienen una astronómica cantidad de vehículos de servicio público estrechos, sucios y en terrible estado,en los cuales, se embute gente a placer, en sillas que corresponden a las dimensiones de liliput, que en pro de instalar un asiento más, suprimen las salidas traseras obligándo a los pasajeros a ser incinerados vivos dentro del vehículo en caso de un accidente, y de esos si que los hay, porque difícilmente hay en el mundo un conductor tan violento, idiota e irresponsable como el colombiano.

Puedo seguir semanas enteras señalando evidencia patente de ese carácter tan nefasto, pero asumo que al lector inteligente le basta con estos pequeños indicios para seguir automáticamente descubriendo toda la cadena infinita de desastres que componen la idiosincrasia criolla de la cual, en el mas absurdo éxtasis de idiotez, parecen estar orgullosos todos.

Ahora bien, existe una excepción a la regla dorada de la mezquindad colombiana, hay algo en lo que nunca escatiman gastos y en lo que derrochan dinero de manera desaforada, y es en aparentar. Si, el colombiano promedio puede estar muriéndose de hambre y tener a toda una familia (porque de eso tampoco se contienen, engendran como conejos) en la miseria, pero siempre hay plata para un televisor de 67 pulgadas, equipos de sonido gigantescos y celulares de alta gama. El mejor mercado consumista del tercer mundo occidental probablemente sea colombia. Y ni hablar de fenómenos como la ortodoncia, en éste país todo el mundo ostenta orgulloso una boca llena de fierros como si fuera una medalla de honor, y aparentemente, arreglarse la "sonrisa" con método bonsai, es toda una carta de presentación laboral y social; si los dientes les salen chuecos es porque son una raza degenerada, hija de la mezcla de la mezcla de la mezcla en la cual definir un carácter y una identidad es imposible, y definir tal degradación como una identidad es de nuevo, un intento arribista y petulante de ser algo que no son.

Reitero, no estoy diciendo que éste comportamiento sea exclusivo de los colombianos, es común a toda latinoamérica y a todas aquellas comunidades que devienen de procesos sociales, políticos y culturales similares al nuestro, lo que sí afirmo es que por contraste, en colombia éstos patrones se perciben más intensamente, por ser uno de los países suramericanos que no tuvo nuevas migraciones, que no renovó nunca su identidad, y cuyas costumbres, supersticiones y fallos se mantienen inamovibles desde la colonia; en Colombia la superstición religiosa no avanzó desde la visión apenas post-inquisición que implantaron los españoles a su llegada, es una nación ultra conservadora que se ha hecho matar por conservar eso, que es lo único que conocen, el único mal contacto con el viejo mundo, y queriendo conservarse no ha hecho mas que pudrirse en su propia inmundicia hasta convertirse la especie venenosa y letal que es hoy en día.


Colombia es un tumor cuya única esperanza de solución es ser extirpado, de raíz, erradicar por completo la gente que la habita hoy en día y repoblar éste territorio mágico y lleno de recursos infinitos con personas que  sepan administrarlo y aprovecharlo como corresponde, el problema va a ser encontrar a esa nueva gente, porque como vienen las cosas, la colombianada se extendió como el ébola, y aunque en otros lugares la llamen distinto, la esencia es la misma: Gente inmunda que sólo piensa en cagar, consumir, engendrar y joder a los demás; y ese es el "pueblo" que nuestros caricaturescos héroes del socialismo progresista defienden a ultranza como la esperanza de una nueva nación. No hay tal cosa, Colombia y latinoamérica por extensión merecen una erradicación sistemática, o en su defecto una hecatombe nuclear que permita que resurja algo nuevo, desde cero, porque arreglar ésto es una tarea totalmente inútil.

P.D.: Los comentarios Ad Hominem, Ex concessis y Falacias de asociación serán refutadas en el mísmo tono y tenor.

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